Brilla una Luz: El Sistema en Salzburgo

La Orquesta Sinfónica Infantil de Venezuela


Ensayo con motivo de la residencia de El Sistema de Orquestas y Coros de Venezuela en el Festival de Salzburgo 2013 e inspirado en el discurso de apertura del Maestro José Antonio Abreu.
 

Recuerdo muy bien un viaje de Pascua entrañable durante mi niñez por el sur de México. Yo tenia doce años (fue el mismo año que viaje a Alemania por primera vez a tocar la música de Bach). Una noche observábamos entretejida en el vasto cielo de un paraje rural una gran estela de luz brillante que nos cautivaba a todos. Era el cometa Hale-Bopp, el evento astronómico mas importante en casi dos siglos.  (Yo en ese tiempo estaba muy interesado en la astronomía. Tenia un telescopio amateur con el que podías ver los cráteres de la luna e inclusive la silueta de los anillos de Saturno.) Eso de la astronomía como la música es un verdadero misterio—aquello que se ve o escucha claramente pero que a veces es difícil de definir o incluso comprender. A propósito de la música y la astronomía es preciso comentar la antigua teoría pitagórica de la armonía de las esferas. La misma que explica como el universo esta gobernado según proporciones armoniosas a medida que el movimiento de los cuerpos celestes se rigen según proporciones estéticas. Y donde la distancia entre ellos corresponden a los intervalos musicales. De ahí parte la relación entre el tono de la nota musical y la longitud de la cuerda que lo produce (un fenómeno de la física). Todo esto nos invita a pensar en el contexto universal de la música y la armonía que la nutre y la sostiene—es decir las proporciones entre las partes y el Todo.

Pareciera que ese gran cometa hubiera estado aquí ayer. Se sentía suspendido en el aire (en realidad viajaba a una velocidad de 44,000 kilómetros por hora). Era el mismo cometa que había sido observado por los Egipcios en los tiempos del reino del faraón Pepi I, algunos dos mil años antes de Cristo. Era algo sublime: la estampa dibujada en el firmamento; y el significado que cobraba al estarla contemplando en familia. El calor humano que enmarcaba la experiencia ya relatada solo la magnificaba.

Años después hoy me encuentro en Salzburgo presenciando otro suceso tan luminoso y de proporciones históricas en cuanto a la música se refiere. 1400 jóvenes Venezolanos y embajadores del “nuevo mundo” se han aglutinado para ofrecer la mas grande muestra musical que nuestro continente jamás haya concretado en Europa. Y el marco para esta gran evento es nada mas y nada menos que el mítico Festival de Salzburgo. El mas grande de nuestros tiempos y que reúne a las orquestas mas celebres de la música actual incluida la Filarmónica de Viena o la Sinfónica de la Radio de Baviera por mencionar algunas (instituciones culturales con una tradición a lo menos centenaria). ¿Pero como es que esos jóvenes han llegado aquí; cual es el significado de su presencia? ¿Cual es el mensaje que habita en el alma de su música? ¿De donde viene esa orquesta que ha hecho una Octava de Mahler impecable (que la misma nieta del compositor Austriaco celebro públicamente al decir que “ninguna otra orquesta toca Mahler como la Simón Bolívar”); ese coro que ha compartido la música sacra de Monteverdi en el Mozarteum; o esa orquesta infantil de ensueño que ha armado la Primera Sinfonía de Mahler con Sir Simón Rattle, el director titular de la Filarmónica de Berlín?
 
Hoy podemos decir que Latinoamérica ya se ha ganado un lugar prominente dentro del contexto histórico del arte universal y la educación musical a nivel mundial. “Contar con El Sistema en Salzburgo significa el rejuvenecimiento del festival y mas aun el rejuvenecimiento de la educación musical en toda Europa,” dijo Alexander Pereira, el anfitrión de tan magno evento. “Este es el acontecimiento pedagógico más importante, no solo de los últimos años, sino de toda mi vida,” comento Rattle.” Esa hazaña—que se manifiesta a través de la proeza artística de una nueva juventud musical continental—es la que habremos de abordar aquí.
 
El proyecto social conocido internacionalmente como El Sistema tiene sus orígenes en una visión de proyecto de nación; de esperanza incalculable y de amor fraterno. Lo que Abreu inicio en 1976 con 11 alumnos hoy se ha extendido a mas de 400,000 (y otros tantos miles alrededor del mundo). Tocan, cantan, y luchan por un futuro mejor en recónditos pueblos, barrios, y ciudades a lo largo y ancho de Venezuela. Todos ellos inmersos en una misión de trasformación social profunda a través de la música que se manifiesta en la “masificación por la búsqueda de la excelencia.” En el deseo de superación; y tesón que emana del sentimiento por hacer las cosas bien. Por lo que implica estudiar una obra sinfónica y perfeccionarla en el tiempo y el espacio. Por el afecto mutuo y fraterno que se encausa al hacer música en una orquesta o en un coro (he ahí la experiencia de la interdependencia de las voces e instrumentos).
 
Para el lector que pudiera no estar familiarizado con este gran proyecto de desarrollo social a través de la música todo esto pudiera sonar desmedido. ¿La música como puente de transformación? Como artista puedo afirmar, indudablemente,  que el vivir la experiencia de la interpretación o recreación de las grandes obras musicales (como las sinfonías de Gustav Mahler, o las obras modernista/autóctonas de Alberto Ginastera) nos envuelve en una dimensión afectiva, creadora, e espiritual que dignifica la condición humana. Porque al estar dentro del campo de la belleza se abren los caminos del bien. Aquel niño pobre que sufre se sentirá arropado por la cotidianidad de la armonía musical. Aquel joven que busca un futuro mejor aprenderá de ella la disciplina para cumplir los retos de la vida. En ese sentido la música, parafraseando al decano mexicano José Vasconcelos al hablar de la educación, es y debe de ser como un suntuoso palacio de esperanza. Precisamente esa es la misión del proyecto Abreuista. En su pensum filosófico conviven libremente las ideas de Vasconcelos y Dalcroze al igual que las de Bolívar y Platón. Todas estas voces abogando simultáneamente por ese mismo proyecto transcendental. “La pobreza material será transmutada por la belleza del arte,” dijo Abreu durante el discurso que brindo por motivo de la inauguración del festival, en presencia del canciller de Austria y de otras distinguidas autoridades que abarrotaron el FeistenSchule—el teatro donde Herbert Von Karajan, el hijo predilecto de Salzburgo (después de Mozart) triunfaba con sendas puestas operísticas.

¿Pero quienes son estos jóvenes que vienen a brindar las presentaciones de su vida? Son los mejores y mas aventajados artistas de Venezuela. Y son una gran familia que viene de todo el país: desde el estado de Táchira hasta Nueva Esparta. Desde la montaña, pasando por el llano y el Caribe—todos con su bandera tricolor reflejada en el semblante de cada uno de ellos. Una exposición fotográfica a cargo de LEICA mostraba a los protagonistas del proyecto. A jóvenes haciendo música orquestal en el barrio del 23 de Enero; a un grupo de coristas con cara de asombro al escuchar las nuevas enseñanzas de sus maestros. Una niña abrazando su violín como su posesión mas preciada. También presentes desde luego los pupilos de Dudamel vestidos de etiqueta en una noche de concierto. Todos ellos jóvenes alegres, llenos de sueños y a veces de incertidumbres; pero mas allá de todo convencidos de que la música es parte de su ser y su cotidianidad.

Ya en los conciertos de gala fue muy emotivo ver al coro nacional entrar al escenario solemne del Mozarteum cimbrado de candelabros de cristal que reflejaban los adornos de hoja de oro en forma de guirnaldas y arpas del proscenio. Algunas jóvenes entraron tomadas de la mano, otros jóvenes caminando muy lentamente; una soprano ya con lagrimas en los ojos. ¿Que habrá sentido al estar apostada en la cúspide del éxito? ¿Sera la fuerza de su destino? Todos los músicos que han venido a Salzburgo saben de la magnitud histórica de la justa. Es una oportunidad de mostrar a un país que aspira a ser mejor. “Estamos aquí para representar a toda Venezuela,” me decía mi colega Joshua Dos Santos y también director asistente de la Orquesta Simón Bolívar durante esta gira. Gregory Carreño, un músico muy querido que forma parte de la orquesta desde hace casi 15 años (cuando todavía la Bolívar era una orquesta infantil), me reiteraba que este era un gran momento para todos pero que ellos tenían que ver mas allá. “Vienen otros proyectos, pronto haremos el Requiem de Berlioz en Paris y visitaremos las principales ciudades del Medio Oriente,” “Nosotros no podemos decir que ya hemos llegado al tope, hay todavía mucho mas.” Inmediatamente después de nuestro encuentro siguieron los ensayos de la Misa en Do menor de Mozart a puerta cerrada en Urstein, la residencia universitaria en donde se reunía la orquesta mayor como si se tratase de la concentración para una final olímpica.

En uno de los ensayos de la Orquesta Juvenil de Caracas tuve la fortuna de encontrarme con Greimer Parra, un brillante joven violinista originario de un pueblo al interior de Venezuela. El fue nuestro concertino durante mi visita al estado Guárico, el corazón del llano Venezolano (basta escuchar la música de Antonio Estévez para darse una idea del contexto de esa tierra mágica). Ahí tocamos la Obertura de Romeo y Julieta de Tchaikovski y una de las oberturas operísticas de Mozart. Fue aquel ensayo que ya he relatado en otros textos en donde de repente se nos va la luz eléctrica pero todos los músicos de esa orquesta siguieron tocando. ¡Se sabían la partitura de memoria! Repitió la hazaña mi compañero Dietrich Paredes al pedirles a todos sus músicos Caraqueños tocar la Obertura Festiva de Shostakovich completamente de memoria (el también sin partitura desde luego).“Eso de leer las partituras en un concierto se ve mal…bueno es normal…pero nosotros no somos una orquesta normal.” Uno de los leitmotifs del pensamiento Abreuista ha sido precisamente ese; el ir mas allá y como diría el maestro, “rumbo al umbral de lo infinito.” El joven Greimer audicionó para ser parte de la orquesta en Febrero y ahora meses después esta en Salzburgo. Ha trabajado mucho, se lo ha ganado. Al final de su concierto le di un fuerte abrazo y le pregunte, ¿te das cuenta del triunfo que has cosechado? El se sonrió humildemente y nos dijimos hasta pronto.

Me preguntaba un colega e integrante de la importantísima Mahler Jugendorcherster al finalizar la presentación del Cuarteto Simón Bolívar, ¿cual es el secreto de todo este concepto maravilloso? “Nunca dejar de aprender,” le respondí. Ahora yo me pregunto, ¿Es el continente Americano el nuevo protagonista cultural del siglo 21? Sin duda alguna, la estela que ha trazado el ejemplo de El Sistema debe ser punto de partida para confiar de nuevo en nuestros instintos creadores e interpretativos. A partir de la Raza Cósmica de Vasconcelos Latinoamérica construyo una apogeo que culmino con la literatura de Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, y el realismo mágico Gabriel García Márquez. Hoy los jóvenes Venezolanos ya han perfeccionado la grandes partituras Europeas redefiniendo su contenido a través una perspectiva mestiza y a manera de lo que también postulaba el pintor y muralista revolucionario David Alfaro Siqueiros al afirmar que "el arte ya no debe ser la expresión de placer individual como hoy se concibe, sino que debe producir belleza que sugiera la lucha; un arte de combate y educativo para todos." La lucha por ende se realiza desde la trinchera del arte. Y esta por naturaleza nos exige cristalizar su democratización profunda. “El arte ha dejado de ser un monopolio de élites en América Latina para transformarse en un derecho social, en un derecho de todo el pueblo,” define Abreu. Indudablemente, el democratizar en la máxima extensión de la palabra ha sido una lucha constante para los países Latinoamericanos, sin embargo, el proyecto Venezolano nos ha mostrado que si es posible encausar un proyecto comunitario y de estado para el bien común. Y como de arte se trata, este cobra de una dimensión de proporciones incalculables (hablando de la búsqueda por la excelencia y el goce estético y afectivo de la belleza).

En la actualidad existen proyectos sociales con amplias ideas pero pocos logran llevar su filosofía a la praxis de una manera tan lucida como lo ha conquistado el sistema de coros y orquestas. Ahí precisamente radica el genio de su potente liderazgo. Muchos se preguntaran que se necesitaría para llegar a armar proyectos artístico/social tan convincentes. Es la misión la que guía la dialéctica de la acción. En El Sistema tocar, cantar, y luchar juntos significa asumir compromisos morales y estéticos que llevan a todos los participantes del proyecto a encontrarse en una revalorización de sus facultades humanas rompiendo así con la tensión del conformismo o inclusive la marginación. El Maestro Abreu siempre ha hecho alusión a un concepto que la Madre Teresa de Calcuta llevaba consigo en sus misiones altruistas, “Lo mas trágico de la pobreza no es la falta de pan o de techo, si no el sentirse nadie.” En el siglo veintiuno la pobreza  mas devastadora es aquella de índole moral. ¿Cuantos jóvenes no optan por los caminos de la droga o las bandas delincuenciales solo porque no ha habido nadie que los aliente a los caminos del bien, de la verdad, o la belleza? Estos tres últimos considerados dentro del proyecto Abreuista como pilares fundamentales de la “tripleta del buen hombre.” Los antiguos filósofos griegos, al igual que Hegel, Kant, o Gardner han discutido también estos principios trascendentales. Solo la música los reúne a todos tan claramente.

La música de Mozart por ejemplo o de el clasicismo en general nos anima a descubrir las proporciones de la belleza. Le llaman música absoluta, su discurso no ostenta ningún programa o carácter en particular. Su concepción absoluta radica en su arquitectura armónica, rítmica, y melódica. Es música tan exacta como los antiguos edificios griegos y tan bella como una perla recién cultivada (desde luego Beethoven vino a romper con el absolutismo con su Sonata Tempestad  o la Sexta Sinfonía, la Pastoral). Tocar Mozart significa que uno tiene que escuchar detenidamente y tomar decisiones que afecten la estética del sonido. Recuerdo que uno de mis maestros siempre me decía al trabajar alguna de sus sonatas para piano que lo primero que había abordar antes de la técnica era poder imaginar la calidad del sonido de cada frase o acorde—su color, su peso, su textura. “Habrá que inquirir y justamente después requerir ese sonido que solo tu puedes crear,” me explicaba. Ese poder de autodeterminación significa mucho para un joven en edad de formación. Todo esto es parte de los objetivos de la música, tal como lo expresaba Platón en sus diálogos: “la música ha de tener por objeto el amor a la belleza.” Poder tomar decisiones propias que ahonden en la búsqueda de lo bello influye mucho en forjar un carácter íntegro y sensible.

Hablando de transformación social a través de la practica de la música no puedo dejar que comentar lo que en mi opinión ha sido el logro pedagógico mas importante de todos—lo que el periódico El País llamo la “tormenta de Salzburgo.” La novel orquesta nacional infantil de Venezuela con integrantes desde los 8 a 13 años de edad (algunos hasta de seis) tocando la música de Mahler de una manera insólita. Fue Simon Rattle el que se encargo de unir los esfuerzos de todos ellos y  el de sus maestros (que escuchaban los ensayos con una concentración férrea que mitigaba cualquier ansiedad). Gustav Mahler decía que sus sinfonías abarcaban el universo entero. “Sinfonía significa construir un mundo…construir nuevas formas de expresión del ser.” Al ver y escuchar a los jóvenes apostados sobre el escenario ataviados de camisas blancas y vestidos azul celeste de satín que brillaban con la misma intensidad de su música no pude dejar de pensar en ese mismo concepto. Y me vino a la mente una de las metáforas que Rattle les compartía durante sus ensayos. Hablando de un pasaje (para mis colegas músicos, el 51 del ultimo movimiento) donde había que crecer gradualmente (en la dinámica y la fuerza) y ademas mantener la tensión del tempo, el les decía, “imaginen que todos van empujando fuertemente hacia la cúspide.” La indicación surgió un efecto casi inmediato y por razones obvias. Estos jóvenes saben que el forjar una nueva expresión del ser significa poder aspirar hacia objetivos fantásticos. Esto es mucho mas que música, es una experiencia de vida—el poder imaginarte en la cima de la montaña y contemplar todo un paisaje de posibilidad a tu alrededor desde la perspectiva mas amplia y hermosa.   

En Salzburgo también nos hemos encontrado inmersos en una nueva sinergia de entendimiento cultural intercontinental. Sera el comienzo de una nueva cultura de dialogo e intercambio artístico muy alejada de las conquistas o las diferencias políticas. En este mundo que se ha convertido propiamente globalizado es preciso unificar un nuevo arte universal en dialogo equitativo y fraterno. La praxis Abreuista nos ha mostrado que todo esto es posible. Es por eso que fue también muy emotivo escuchar el cuatro (el instrumento típico folklórico de Venezuela) sonar en el Mozarteum o a los coros compartir conciertos con colegas Austriacos y de otros países de Europa. O al propio Gustavo Dudamel brindar nuevas y geniales ejecuciones de Mahler entretejidas en el contexto de su fascinación por las cartas de amor de Pablo Neruda o su propia historia de niño Barquisimetano. ¿Cuales serán las metáforas que marcaran la experiencia de Salzburgo? El abrazo espontaneo y fraterno de Rattle a el pequeño contrabajista de la orquesta infantil al culminar su gran solo, las lagrimas de un joven profesor de cello al ver a su alumno triunfar en la máxima justa del arte, los aplausos de Placido Domingo hacia los jóvenes invidentes del “Cuarteto Lara Somos” que conmovieron con la trova de Francisco Céspedes, las arcadas precisas de la Bolívar que se crecían como espadas—la enorme alegría de todos los que vinieron a triunfar.

Hoy el mundo del arte esta conmovido por el momento histórico; por todo lo que representa la presentación de las orquestas Venezolanas en este gran festival que también ha hecho suyo el lema, “la música transforma.” El  tiempo definirá el legado que nos deja esta experiencia pero seguro estoy que cobrara efectos inspiradores que motiven a otras instituciones y organizaciones culturales en Europa a re imaginar sus proyectos artísticos presentes y futuros a la par de una cultura del servicio. En el siglo veintiuno no podemos concebir la magnitud del arte sin un verdadero compromiso de inclusión social. Este debe de estar al alcance de todos. Solo así alcanzara una autentica universalidad y animará una nueva escuela creativa y portentosa que represente lo mejor de cada individuo libre; y en lo que América Latina se refiere, nos brinde nuevos ciudadanos que hagan brillar los cielos de nuestro continente y animen nuestra condición humana. 
 
Salzburgo, Agosto de 2013
 

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