De todo eso se trata la música

 


La orquesta Simón Bolívar llego a São Paulo vía Buenos Aires en un vuelo privado de Lufthansa cargado de instrumentos y de grandes sueños. “Que tengan una bonita estancia y mucho éxito en los conciertos,” dijo la sobrecargo al despedirnos. Con un día de descanso (cosa que muy pocas veces se suscita en las giras), los músicos llegaron renovados a la gran urbe Brasileña. Otro país, otro publico—pero también conocedor y exigente. El primer ensayo previo a los dos conciertos que se celebran aquí transcurrió con la intensidad que caracteriza a la orquesta y a su director. Tras los primeros compases de la Consagración de la Primavera, la acústica de la sala (una antigua estación de tren) gusto a todos; especialmente al fagotista principal que le inspiraba un timbre muy especial en su solo introductorio. Todo sonaba perfectamente claro, los pianos nítidos; los fortes expansivos. El Maestro Dudamel supo aprovechar muy bien las cualidades de la sala y a su vez les pidió a sus músicos mucho mas disciplina rítmica y calidad de sonido. Este como todos, era un concierto importante. Debía de sonar como si fuera “el primero o el ultimo” que la orquesta fuera a dar.

En las recientes publicaciones alusivas a la gira, se ha descrito a la Bolívar como una orquesta audaz. Me llama mucho la atención el adjetivo. Audaz, según el diccionario de la Real Academia Española, se reduce a atrevido. Y si, es una orquesta muy atrevida que hace repertorios sumamente difíciles. Y valiente también, diría yo. Pareciera no le tuvieran miedo a ningún tipo de limite—seguramente por que ese concepto no figura en su estirpe. Su lograda perfección nunca es el fin si no bien el resultado derivado de esos dos elementos—valor y audacia. Esa misma audacia de lo indecible (por que la música se siente) es lo que provoca. Signo de todo eso es el publico incontenible. Se le escucha en el furor de sus aplausos, en el brillo de sus ojos. Es algo muy especial.

Mas aun es la cualidad empática con la que atravez de los años se ha forjado el carácter de su sonido tan propio y particular. Durante el intermedio del concierto en São Paulo, el Maestro Abreu me comentaba que es “la solidaridad, y el amor incondicional que se profesan entre si los integrantes de la orquesta lo que define sus cualidades estéticas.” Para ser mas concisos, “la orquesta se ve reflejada colectivamente en un solo ser,” decía el maestro. Era hermoso ver tras bambalinas como antes del concierto Ismel Campos (el violista principal) tocaba a dúo música de Bach con uno de sus compañeros. O como Claudio Hernandez comentaba en su cuenta de Twitter el orgullo sin igual que sentía por sus compañeros tras finalizar el concierto.

De todo eso se trata la música. Eso es tan importante como un gran triunfo en una noche de concierto.

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